martes, 12 de mayo de 2009

¿Aprovechao?

Ignoro si la gente tiene de mí la idea de que soy un aprovechao o similar, que creo que no porque no me considero un aprovechao ni en la mitad de los casos, y de hecho algunas personas me conocen muy bien precisamente por ser bastante honesto y sincero y tos esos rollos; pero ya se sabe que no hacen falta motivos algunas veces pa que la gente piense tal y/o cual cosa.

De toas formas, este artículo no lo escribo pa demostrar si soy o no un aprovechao, sino porque -a mi pesar- últimamente no para de darme vueltecicas al molino una serie de ideas que yo creo que tol mundo debería tener bien claras, y es por eso que contaré una historia que viene al pelo:

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El alquiler del piso, junto con la cuota de la comunidad, sumaba 500 € mensuales, a lo que había que añadir agua, gas y luz. Cuando yo llegué, quedaba libre una de las cuatro habitaciones del piso, por lo que las cosas se dividían entre cuatro. Después, Antonio se fue pa casa de sus padres por un motivo de salud que lo iba a tener ocupao unos meses y no volvió, así que la cosa, al menos por cuanto a gastos se refiere, se iba a tener que partir en tres: Paqui y José Antonio (hermanos; procedentes de Lorca), y yo. El contrato del piso estaba a nombre de ellos y Antonio era amigo suyo, por lo que no le exigieron que pusiera carteles buscando nuevo inquilino. Por mi parte, me mudé a la habitación que había dejado Antonio porque me gustaba más que la que yo ocupaba. Y, aprovechando que el piso no era caro y todos teníamos ingresos, les propuse a los hermanos que no alquiláramos la habitación desocupada, ya que viviríamos más tranquilos. Ellos me dijeron que sí, y que no me preocupara, que no me iban a subir el precio de la habitación ni nada, a lo que yo, verdaderamente despreocupado por el tema, les dije que lo dividiéramos todo -gastos y alquiler- entre tres, que no problemo, que lo que me interesaba era asegurarme un sitio tranquilo por el mayor tiempo posible.

Como unas cosas llevan a otras, ellos me comentaron que al cabo del año de contrato ellos no sabían si renovarían pero que querían permanecer allí, por lo que me preguntaron si estaría yo dispuesto a firmar el nuevo contrato, a lo que les respondí que sí, pero con una condición: no firmarlo yo solo; me daba igual firmarlo con los dos o con uno solo, pero la cosa era no firmarlo yo solo. ¿Por qué? Porque sólo me responsabilizo de la mitad. No es que me tenga que quedar sin ingresos, pero por si acaso. Bueno. Pues ellos me dijeron que sí, que ya hablarían entre ellos quién firmaba conmigo, pero que no dudase de que ellos estaban interesados. Pues vale, me dije, y seguí a lo mío. Que consistía, mayormente, en trabajar, pagar puntualmente y no limpiar casi nunca, ya que no solía apetecerme.

Entretanto, trasladé mis cosas de casa de la familia al piso y me encontré con que había una montaña de libros que no quería y que no podía vender, así que opté por regalárselos a Paqui, la cual anduvo seleccionando entre el material. José Antonio no solía leer, aunque creo que se quedó con algún cedé y algún deuvedé que yo no quería.

Pero como las historias no suelen ser netamente felices, surgió algún mosqueo entre Paqui y yo, tal vez porque no limpiaba, porque la cosa empezó por su parte, y no sólo se enconó de la hostia, sino que además lo trasladó a otros terrenos, lo que nunca está bien, sobre todo si se pretende hacer ver la luz al otro. Yo, la verdad, limpiaba muy poco, lo justo pa que no me diesen el toque, y por lo visto eso la mosqueó; indepedientemente de que su hermano, por ejemplo, se dejase, una y otra vez, los platos sin fregar toda una semana y el fregador llegara a echar peste. Pero eso no quitaba para que, una vez arreglado el tema de la limpieza, yo pudiera decirle que se metiese en lo suyo, que no había nada más que hablar aparte del tema de la limpieza. Pero como discutir con ella solía terminar en escándalo, unas escandaleras de las que hasta el hermano se avergonzaba, pues yo me dije que a la mierda, que me iba a ir mirando otro sitio pa cuando se cumpliese el contrato que ellos habían firmao. Así que hablé con unos del trabajo que se iban a quedar con una habitación libre en su piso, acordamos números y fechas y yo me lo callé todo como una puta hasta el último momento.

Cuando faltaban quince días pa que terminase el contrato de Paqui y José Antonio, anuncié que kaput, que nanay del Uruguay, que yo me iba en quince días y debíamos ir cuadrando asuntos. Entonces, Paqui montó en cólera y me llamó aprovechao, diciéndome que sólo había ido a lo mío pese a que el hermano le gritaba que se callara, que yo podía irme cuando quisiera. Yo me quedé callao por si acaso. José Antonio se echó a llorar porque -supongo- no tenía ni putas ganas de volverse a la casa familiar de Lorca. Paqui dijo que bueno, que muy bien, que me dieran por culo, que me fuera a la mierda, que los había engañao, que ahora mismo me devolvía mis libros. Yo le contesté que no quería aquellos libros, que no tenía que devolvérmelos para nada, que antes que los libros preferiría todo aquel dinero que le había estado dando "de más", pero que tampoco, que yo no estaba allí para echar más cuentas que las necesarias, y que en quince días me piraba de allí sí o sí.

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La idea es que ahora, que ya he contao esta polivalente historia que tan al pelo viene pa todo, la gente dilucide si soy o no soy un aprovechao de mierda. Y que saque buenas conclusiones al respecto, tanto de mí como de la historia.

Si alguien quiere decir algo, ahí está la sección de comentarios.

Vale.

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