Estoy esposado y no puedo huir.
Golpes y patadas llueven sobre mí.
Los carceleros me dan, descansan, y vuelven.
Otra vez, y otra vez, y otra vez, con la furia del cobarde.
El mundo está en orden: nadie me recuerda.
La gente, tranquila en sus vidas de mierda.
El juez se ha dormido en su indiferencia
y yo estoy colgando de un trozo de cuerda.
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